Nuestro cuerpo es como una casa.
Y el dueño de esa casa es el corazón.
Pero cuando el corazón pierde su centro, un ladrón entra silenciosamente.
La Biblia llama a ese ladrón el diablo.
Hoy hablaremos de por qué debemos dejar que Dios sea el dueño de nuestro corazón, y cómo proteger nuestra mente desde una perspectiva bíblica.
Cuando el corazón se tambalea, el enemigo entra
El cuerpo es una casa, y el corazón es su dueño.
Pero si el corazón se debilita, el enemigo encuentra una puerta abierta a través del miedo, la duda o la desesperanza.
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir…” (Juan 10:10)
Un corazón vacío es un blanco fácil.
Satanás roba la esperanza, mata la alegría y destruye el futuro.
Por eso, un corazón vacío debe llenarse con Dios y Su paz.
¿Qué sucede cuando Dios es el dueño de tu corazón?
A través de Jesucristo, Dios ya cargó con nuestros pecados y maldiciones, y nos dio vida y bendición.
Cuando Dios ocupa el trono de tu corazón,
la ansiedad, el miedo y el estrés pierden poder.
Empiezas a vivir en verdadera paz y victoria.
El Espíritu Santo sigue obrando dentro de ti
El Espíritu Santo está vivo y activo.
Cuando escuchas la Palabra de Dios y la recibes en tu corazón,
Él entra como viento suave y agua viva, y comienza a obrar.
“Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:5)
Hoy, abre tu corazón e invita a Dios
Basta con esta oración:
“Señor, sé el dueño de mi corazón.”
Una simple confesión puede transformar tu vida.
Tu corazón encontrará firmeza,
el miedo se irá,
y la paz de Dios llenará tu interior.
Mantente firme en la Palabra (la clave para una fe inquebrantable)
El mundo está lleno de cambios,
las situaciones cambian constantemente,
pero hay una base sólida: la Palabra de Dios.
Dios se revela a través de Su Palabra.
Y cuando la haces tuya, el Espíritu Santo obra en ti.
La Palabra es tu arma en medio de la tormenta.
Cuando la enfermedad, el fracaso o la tristeza te visiten,
la Palabra te sostendrá.
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes…” (Gálatas 5:1)
Memoriza y declara la Palabra
- “El Señor es mi pastor; nada me faltará.” (Salmo 23:1)
- “Amado, deseo que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 1:2)
La fe crece cuando declaras la Palabra en voz alta.
Cuando llegue el miedo, responde con la Palabra
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios.” (Isaías 41:10)
Elige la paz en lugar del pánico.
Si no puedes cambiar la realidad, cambia tu perspectiva.
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores…” (Salmo 23:5)
Domina tus pensamientos (el poder de proteger tu vida)
El corazón es el timón de la vida.
Si se tambalea, tus pensamientos también,
y tu vida entera puede derrumbarse.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23)
Controla tus pensamientos para proteger tu corazón
- “No puedo.”
- “Voy a fracasar.”
- “No lo lograré.”
Rechaza estos pensamientos negativos.
En cambio, declara:
- “Hoy será un buen día.”
- “Dios está obrando a mi favor.”
- “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” (Romanos 8:28)
Cuando no haya esperanza visible,
créala tú.
Dios abre caminos para aquellos que caminan con esperanza.
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